Comprender es un triste oficio. Expresarse libremente es un oficio con riesgos.
Los mexicanos no hemos vivido suficientemente las palabras que utilizamos; muchos se dejan regir por un viejo resentimiento; la fascinación y la ira del pequeño frente al grande. La gente mas peligrosa es aquella que rehace la historia, que desempolva los ritos para renovarlos, que puebla la historia con los muertos.
Para vivir juntos necesitamos principios políticos más o menos compartidos: esto se logró bajo la figura del Estado-nación.
No hay Estado sin burocracia.
La autoridad no es coerción, la civilización no es orden moral, una obligación que nos imponemos a nosotros mismos no es una violación de nuestro honor.
La democracia puede pagarse el lujo de olvidarse del pasado, es una creación consensual ex –nihilo; pero la república no puede privarse de su propia historia.
El siglo XX no inventó ideas nuevas, retomó enteramente las del siglo XIX: el comunismo, el liberalismo, el socialismo.
La humanidad debe reaprender a heredar. ¿Pero cómo heredamos? No solo acumulamos; el cerebro es un órgano de inhibición, de ahí su dignidad.
La existencia de partidos políticos y de elecciones no es suficiente para caracterizar una democracia. En la democracia, el pueblo no siempre tiene la razón pero tampoco se puede tener la razón sólo contra el pueblo.
Tampoco basta con nombrar las causas de un problema para que éste se resuelva; no basta con decir que la violencia encuentra su fuente en las injusticias sociales para que disminuya. Necesitamos que los culpables sean castigados, que el Estado dé prueba de su autoridad.
La opinión pública no está obligada a la coherencia, es volátil, dominada por la emotividad, pero es inevitable; reina, no gobierna; es mas temible seguirla que ignorarla. Hoy la opinión pública es hijastra de los medios de comunicación.
Hemos pasado de la Historia grande a las historias, luego a los anécdotas; estamos hoy en plenas fábulas.
Debemos examinar la cuestión de la mentira entre nosotros. Esta es nuestra situación.
Vivimos cambios, pero los cambios no son forzosamente progresos.(cit. Ikram Antaki, 2000)